Es que pienso en el origen de toda civilidad y encuentro que cada civilización dispone de un imaginario donde todo comienza con la enunciación de un padre y una madre de luz originarios. No está mal y en verdad debe ser cierto que, desde hace miles de años, se debió organizar la cosa alrededor de unos padres fundadores. Admitido: somos originados por padres fundadores cuyos nombres saben ustedes cuáles son, para esta parte de la cultura humana que se rige por La Biblia. Bueno, a veces los Incas contradicen el génesis social judío, y ponen a sus propios mitos fundacionales por delante, y tienen razón. Explicarlo, así como explicación didáctica, sería pretencioso. Sin embargo, los remito a La Rama Dorada, de J.G. Fraser, por un lado, y por el otro que es mas sencillo, el libro del cuasi olvidado Claude Levi- Strauss que se llama Mitológicas (Lo Crudo y Lo Cocido).
Pero no es eso lo que me angustia. El origen de la humanidad no tiene por qué preocuparme a estas alturas de la vida, ya senecto, y casi que preparado para una vejez tranquilamente silenciosa, en medio de las penumbras cotidianas, los dolores de rodilla y el aromoso café de la madrugada, poco antes de comenzar a escribir lo que me he propuesto.
Esa es otra cosa: Leo y releo que todo origen, aparte del puerperal, está en los libros. Todo es la palabra escrita. Los grandes héroes de la antiguedad como Aquiles, como Ulises, como Julio César ( no estoy seguro de que Julio César haya sido un héroe...Alejandro Magno tampoco, pero son tipos famosos que modificaron el mundo donde vivieron), repito, los grandes héroes son un constructo literario. Tengo que evadir meterme por el muy transitado mar bíblico. Es peligroso manosear a los personajes de ese libro. Además, se ha dicho casi todo, y se insiste demasiado, digo yo, en repetir tales historias. Sin embargo, me gusta la de Torre de Babel. Es fenoménica. Todos allí ocupados en los cálculos de volúmenes, en las proporciones geométricas de cada bloque megalítico conque hacer las bases del primer edificio que fuese mas allá de los acostumbrados ocho metros de altura, y treintidós de base de las inconfundibles mastabas sumerias. Ese origen de las pirámides, ese nacer de la ingeniería que salta de las cuevas y el bahareque del desierto para proponerse un edificio tan alto que llegara hasta las nubes. Y me gusta mas pasearme por el celo de Dios, y de los ángeles, claro, preocupados porque esa pila de audaces consiguieran rasgar el velo divino, ascender hasta el éter, y penetrar la casa de los dioses habitada ahí, en lo alto.
Fantástico: los seres humanos hacen temblar a los dioses. Me gusta.
Y los dioses reunidos de emergencia, en el cielo, tapados por negras nubes de tormenta, ocultos de los ojos topográficos humanos, en conciliábulo se preguntan qué hacer. Los hombres traen poder en las manos. No para herirlos, sino para asir las propiedades del etéreo espacio divino.
¡Ea, ahí vienen los humanos en concierto gritándose ordenanzas de pónlo aquí, o mas allá, trae la escalera, pásame la soga...! Vienen en ordenado tropel ( se puede ser ordenado en el desorden, digo yo) y en coro se comunican. Los dioses son inteligentes y asumen que siendo como son de todas partes de la tierra mundo, los hombres hablan el mismo idioma, leen y han leído el mismo libro, entonces el trueno y el relámpago sobrehumano, mezquino, excluyente de los dioses se estrella en el intelecto de la humanidad y les hace cambiar las señas del lenguaje común.
La Torre se derrumba. Pero no la de argamasa y tierra extraida del Nilo, sino la torre de palabras conque se construye el mundo. Conque se ha construido, claramente. Se nota.
Todo es el libro. Cualquier libro. La humanidad, abatida, confusa quiere reescribir el libro originario. Aquél que les da identidad. El lenguaje único de la creación primera ( que hay muchas ya se sabe. Y no son recreaciones, sino nuevas vidas surgidas de las cenizas de la anterior, que traen consigo el mandato milenario de mencionarlo todo, desde que el primer hombre designó con la palabra piedra, a un objeto duro e inerte con el que había tropezado en la oscuridad. Piedra, somos también la piedra). Por eso el tánto escribir. No importan las matemáticas, ni la álgebra, ni la química, ni los cálculos infinitesimales. Esa no es la creación. Lo que importa es la poesía, el cuento, la narrativa, la novela...esas palabras que describen al hombre y sus afanes, a las mujeres y su eternidad, a los niños y la ternura, a los montes, a los árboles, a los animales y el canto de los pájaros o a las temidas pantorrillas de los demonios del pánico, cubiertas de pelambre, fétidas por el sudor, enrojecido el falo enhiesto que apunta hacia la vagina de las inocentes.
Volver al libro primero, a la palabra única.Todos los libros son el mismo libro, es lo que late en la imaginación. Todas las palabras que son todas las estrellas, cada una de ellas viviendo en el espacio inmenso, desunidas, millones y millones, dando luz cada una para iluminar a la otra. Y el hombre, afanoso, reuniendo estrellas para describir la vida.
Eso somos.
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