La Cosa Social
Cuando se dice en lenguaje popular “es maldad que usted se ocupe de eso”, realmente significa que es pérdida de tiempo inmisericorde del gestor tratar de cambiar la cosa (llamemos “cosa” a la gestión social). Por ahí leo que en El Rosario (Guayana) andan gestionando, a menguas, los recursos para hacer La Feria del Mango, pero esperan que el ejecutivo otorgue los cheles para llevar a cabo el proyecto, que nada propone sino que repite lo mismo: artesanías, “hacedores” populares, una señora que prepara granjerías de rechupete, y actos teatrales. Una repetición perenne y mínima, presentada con tantos gimoteos que pareciera, de no hacerse, el mundo perdería la gran oportunidad de reivindicarse de todos los pecados. Esa es una tuerca más del complejo engranaje que mueve a la sociedad cultural de ahora. Una minúscula pieza.
La otra es más grande, y se llama política. (Del latín politicus y ésta del griego antiguo πολιτικός ‘civil, relativo al ordenamiento de la ciudad o los asuntos del ciudadano. Tomado de Wikipedia).
En estos días se trafica entre una pavorosa inflación, y una desastrosa inacción industrial. El resultado se denomina estanflación, que viene a ser inflación con estancamiento, el más pavoroso de los estados sociales que ya han sufrido, en orden de revoluciones Rusia, China, Polonia, Vietnam, la espeluznante Cuba, y ahora sorpresivamente, la olla de plata latinoamericana antes conocida como Venezuela. La Estanflación es criminal para la sociedad: es una bomba “solo mata gente”, tal cual aquella diseñada en los años ´70s del siglo pasado para aplicarla en el oriente lejano de manera tal que nada más que humanos fallecieran ¿Habráse conocido tal crueldad contra una población?
Pues, si no, conózcala ahora.
Con mucha dificultad, lo que el socialismo llama proletarios, o sea pobres totales, se ganan el salario. Los obreros perciben una paga por su trabajo manual ya que no saben hacer otra cosa sino cambiar fuerza por comida. Solo les alcanza para medio comer, como se ha sabido siempre, desde que apareció la sociedad industrial, evolución de la esclavitud que sometió sobre todo a Europa desde el Siglo de tarananá antes de los romanos. Incluso, en el “paraíso” americano previo a Colón, la esclavitud pura y cruel era ejercicio del Imperio Azteca, que está mas al norte, o de los Incas, en pleno sur (o sea, que los indígenas intermedios vivían efectivamente atenazados por ambos imperios).
¿Y qué es un Imperio? En términos generales es una organización de países que giran alrededor de una autoridad única. ¡Somos el Imperio Romano!, gritaban los españoles cuando Adriano fue elegido César. ¡España y Roma somos la misma gente!
Un Imperio se mueve en busca de recursos y para ello somete al desprotegido. Pero es el caso que países ubicados al norte de América del sur, tal vez usted conozca alguno, que al contrario de sus recursos y fortaleza, se ha dejado colonizar por el más débil, tarantín insular tiranizado por mañoso guarachero que le ha “bailado la novia” con extrema habilidad. Un país de yerbateros y rumberas coloniza a otro de mayor desarrollo social, económico y tecnológico ¿no es para ponerse a llorar? Ah, pero estamos en Latinoamérica y aquí reina el realismo mágico.
A estas alturas es válido preguntarse qué tiene que ver una modesta Feria del Mango con la geopolítica del Caribe.
Mucho. La costumbre inveterada de los socialistas, entiéndase militantes de izquierda, es marear con impía adulancia a las comunidades con iniciativas que llaman Cultura Popular, y que afincan sobre actos enteramente intrascendentales. Son alabancias sin fondo que masajean el arquetipo pobre societal, haciéndoles propietarios de una autoestima falsamente heroica. Es el héroe- pueblo, frágil pero endurecido por la misión de transformar al mundo, enfrentado con los colmilludos capitalistas que los quiere devorar. Es el discurso que alebresta al obrero para hacerle entender que si está en la inopia no es por culpa de la mala administración del proyecto socialista, sino por enemigos perversos que les impiden evolucionar hacia la felicidad. Entonces, la máquina de propaganda propala “la gesta sobrehumana de cambio en las condiciones objetivas del proletariado”, retórica bien farragosa que dice todo para hallar un culpable, pero significa nada para resolver los problemas. Es una variable del Pan y Circo romano, pero sin el pan, porque la sociedad comunista es ruina y destrucción para los mismos proletarios. No obstante, sin juzgar duramente a los “hacedores” de cultura, modernos Clowns de ese circo barato, se debe reconocer que ellos mismos tampoco se dan cuenta de que son marionetas en manos de un prestidigitador hábil, que los muñequea de tal manera, hasta hacerlos emprender de tanto en tanto, una cruzada anti oligárquica que devuelva los “poderes creadores al pueblo”. Esa última frase proviene del Credo de Nazoa que reza en alguna de sus líneas: “creo en los poderes creadores del pueblo”. Sin duda que es un bonito poema en prosa, una lindura de Aquiles, pero, a decir verdad, estamos seguros de que no se refería a ese pueblo macilento que escribe en cada pared reblanqueada por la municipalidad El Credo del caraqueño. Seguros, pero muy seguros estamos que Nazoa hablaba de un pueblo fuerte, dicharachero, robusto y emprendedor que proponía y creaba nuevos espectáculos cargados de poesía, de humor, de buen hacer, con que alumbrar a sus comunes vecinos no solo para pasarla bien en la velada, sino para implementar formas diversas de originalidad.
Igual pasa con Alí Primera. A quien convierten, en tanto cantautor, en un ridículo procaz y repetitivo. De tal manera que un sujeto mal encarado, al celebrarse un templete en San Félix, mandó a parar la consola donde sonaba la voz de José Luis Rodríguez aduciendo que en ese acto revolucionario, donde se homenajeaba al “comandante eterno”, no se ponía música de un pitiyanqui vendido al Imperio sino la de un cultor popular como Alí, que sí le cantaba al pueblo. Con la pistola en la mano se parecía a Pancho Villa.
Y ahí van: desechando la cultura real porque no la conocen, pero es más fácil de descalificar porque deviene producto de la oligarquía. Ahí avanzan en franca derrota proponiendo una Feria del Mango en plena temporada de lluvias, cuando los parceleros llegan a odiar con profunda franqueza a la fruta que arrastra a las moscas junto a la pestilente acidez de la descomposición que inunda los patios todos los días, al caer por cientos desde los árboles después de cada aguacero.
Ahí desfilan ofreciendo artesanías provenientes de las cocinas matronales de Guayana… ¿es que nadie de por allá alguna vez no ha comido jalea de mango, bebido carato o merendado compotas? Llegan a repugnarse de tanta “mangalidad”.
De eso se trata el proyecto aniquilador diseñado en los años sesenta del siglo pasado por los comunistas rusos para Suramérica. Puro bluff. Que si teatro popular, algo que no dice ni sirve para nada; que si danzas del pueblo, una aburrida sucesión de figuritas insípidas; que si literatura oral, cientos de cuentos de velorios contados con monocorde e insulsa gracia…, en fin, todo lo que no es desarrollo cultural. Pero, para los jerarcas del partido, o la nomenclatura oficial, los grandes conciertos deleitados con caviar (nada de turrones de coco rallado con papelón); banquetes rociados de buen güiski, abracitos cariñosos con el cantante lírico de moda…total, la gran demostración de la superioridad.
En La Rebelión en la Granja (George Orwell, 1945), se describe muy bien lo que viene a ser la revolución. Al satirizar la Rusa, Orwell representa en su personaje del cerdo Napoléon a Stalin, el padrecito de los comunistas, que pasó de ser un sargentón del ejército a mandar todo un imperio.
Igualando la crueldad conque se apoderó de las riquezas de su antiguo patrón, El Zar, destruyó a la cultura rusa, el imaginario plástico religioso que era el tesoro documental más grande de la vieja cristiandad, y suprimió el desarrollo de la literatura más formidable que ha producido el Siglo XIX. Se inventó en sus delirios que lo creado por los artistas predecesores no era sino arte burgués, por lo que se haría necesario extraer del campesinado el “espíritu real del ruso” conformado por melancólicas Jomonias (canción tradicional y folklórica), y autos sacramentales solapados en las aldeas siberianas, que no son más que cortas representaciones del evangelio cristiano, obviamente relatado por el folklore ruso que lo hizo aparecer como propio, soslayando que nació en la Edad Media de los franceses, y se expandió por toda Europa. Todo eso lo mandó llamar Cultura Popular. Y con ello machacó “los poderes creadores del pueblo” convirtiéndolo en consignatarios repetitivos de ramploneras e infecundas iniciativas típicas de la servidumbre política.
En revolución ser creativo y original es un pecado.

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