lunes, 31 de agosto de 2020

El paraiso siempre ha estado aquí

       El Paraíso siempre ha estado aquí. 

     Sentado en la oscuridad (siempre me ha gustado, desde cuando era chavalito) me da por recordar el principio de la Biblia ( se llama Génesis, ya se sabe) y escuchar la voz de Jehová expulsando a los humanos de El Edén. Los traductores le llamaron Paraiso, pero hoy me atrevo a contradecirlos y creo que eso realmente significaba Mi Tierra. Si, sin duda, porque no me imagino a El Paraíso como un jardín de bellezas lleno de flores, riachuelos y colinitas preciosas donde compartir el quebrado vuelo de las mariposas, y mas bien repaso de inmediato las heladas inmensidades (donde nunca he ido y no creo poder) de El Polo Norte, igual que las no menos extensas de El Polo Sur porque este existe, y a  casi nadie a quien le pregunto se le ocurre que El Polo Sur es igual de helado que el  otro Polo . Sencillamente  el de Europa es el que se recuerda en la gente. Debe ser por la incesante publicidad recibida relativa a que se llegó, por fin, a plantar una u otra bandera en el centro mismo de la polaridad. Además, las brújulas apuntan todas hacia allá, menos las cabalísticas que tienen otra atracción magnética. Pero de eso no hablaremos hoy. Es arduo. La magia, la hechicería, los seres fantásticos que son dioses o semidioses claros u oscuros resultan escabrosos, jabonosos, inmarcesibles. 

     Como pienso en eso, la imagen de unos lapones felices, montados en un trineo arrastrado por domesticados lobos esteparios, recubiertos en pieles y mas pieles que los caliente el cuerpo (también me pregunto de cuántos grados es la temperatura de esos cuerpos). En el trópico la media es de 36º, pero aquí nos calienta el sol. Por eso ¿cuánto es la temperatura corporal de los que solo tienen   en   invierno dos horas de luz y en verano solo dos de oscuridad? Es que como uno vive debajo del sol, se imagina que todos los seres vivientes deben de preferir lo mismo, y ahora nos hemos enterado que eso no es  así. Los lapones andan de lo mas felices traficando sobre la nieve infinita para ellos, que la recorren sin necesidad de avisos o señales, porque se saben el camino puede que de modo telepático...¡qué se yo!, y arrancan así, sin nada mas, el rumbo sobre sus patines llevando como aviso el ladrar de sus perros. También pienso en sus  libros. Nunca he leído una novela escrita por un lapón, ni por un esquimal. Tampoco se si son de la misma raza. No sabemos nada de ellos, sin embargo, y este es el punto, ellos están felices viviendo en una tierra que es hielo, que es agua congelada y se aman, aman a sus hijos y les piden querer profundamente a su tierra. 

     También entra en la ristra el pueblo tibetano. Estos asiáticos viven en El Techo del Mundo. Estamos hablando de que pueden agarrar las estrellas con las manos, o darle un paseito a la luna si les provocase. Es exagerado, por supuesto, pero ¡hombre! esos señores, con sus señoras y sus hijos viven en la parte mas alta del globo que es de todos y al parecer no se visten con pieles sino con túnicas de un solo color, llevan la cabeza rapada (eso relatan las películas), y se comunican con Dios en placenteros templos perfumados por inciensos consagrados. Para ellos su Tíbet es la parte mas hermosa de la creación. Me pregunto cómo es la música que prefieren. 

    Y ahí, enfrente, el caluroso mar pacífico donde viven los polinesios. Esa gente anda bien. Las mujeres bailan que es una maravilla, llevan los senos al descubierto y son bien bonitas. Los hombres son inmensos, buenos navegantes y llevan en su embarcación a todas sus mujeres: pueden tener un número "legal" según sus reglas y convivir con ellas en una sola casa. Los polinesios son mas del mar que de la tierra. O mas bien anfibios: de día en el mar, de noche en la isla, tocando el ukulele. Sí hemos escuchado su música y hemos visto cómo tocan la guitarra, con tanta languidez. 

     Hacia mas al Sur, Las galapágos y el continente latinoamericano  con los incas que construyeron Machu Picchu. O sea, Patallaqta, que quiere decir "la ciudad de arriba". Una hermosa ciudad que es asiento del Inca Tupac, Dios hijo del Sol, nada menos. El mismo nombre que se le da a Faraón, a quien no le puedes mirar a los ojos porque te quemas. Una que es de montaña inaccesible, y la otra que es desierto seco y calcinante son las civilizaciones a las que sus habitantes llaman Mi tierra. 

    Dale la vuelta, anda.Dale vuelta al mundo y regresa por el Atlántico para que veas al continente africano, de verdes inmensos, de ríos misteriosos, de hombres semidesnudos (cubiertos con túnicas de colores, adornados de joyas el rostro de ellos  y  de ellas, sus  mujeres, caminando descalzos sobre su tupida arena roja y los escucharás decir que son de Mi tierra, la mas hermosa del mundo, claro. Si vuelves a Portugal, a España, a los brumosos acantilados de Inglaterra o Escocia, si te bajas en el puerto de Gales, si atraviesas las montañas para llegar a París, si te vas a Transilvania...donde vayas el hombre habita "su tierra, mi tierra, nuestra tierra". 

    Eso es lo que se extraña permanentemente. Los desterrados cargan su tierra en los bolsillos. Su tristeza  en el espíritu. Purgan su pecado como los judíos, los únicos en el mundo que no tienen tierra propia, debido a que Moisés pretendió arrancarle la suya a los Amorreos, según mandato de du Dios que los expulsó de El Edén y luego de mil tribulaciones, esclavos en suelo egipcio, los pusiera a vagar durante cuarenta años en la búsqueda de la Tierra Prometida. Ah, no la recocieron: pasaron por una donde el trigo es fértil y fácil de cultivar. Por otra de donde manaba el agua de las piedras. Una mas en donde el pan y la miel caían desde el cielo. Llegaron a la orilla del Nilo, de El Eúfrates, en terreno despoblado, sin dueños, sin habitantes donde pudieron asentarse,  pero decidieron,  humanos al fin, con furia teologal, asaltar "la tierra de los otros" que se llamaba Canaán. Y no, por mas que fuese mandato de Jehová, por mas que le llamasen destino, nadie quiere que su tierra sea invadida, asolada y así, erradicados a la fuerza, se tornen   errantes,  al vivir para siempre el castigo del despojo. 

     No.  


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