
Mi Alma:
Venía tan de repente caminando la Sabana Grande de siempre, a la que una pila de cafiles han "recuperado" no se sabe de cuál secuestrador. Dicen que ahora es de todos, lo cual significa que antes era de nadie, o de unos pocos. Sabana Grande se ha tornado odiosa con sus invasores vestidos de rojo, con sus milicias formando un gang de petardistas y extorsionadores que no dan tregua a los comerciantes, a los de siempre, obligándolos a pagarles cualquier vaina que su quéhacer delictivo les requiera. Intentan convencernos de que esa grumosa masa de barrigones uniformados como el líder comunista, son El Hombre Nuevo creado por esta arrasadora claque corrupta pero amenazadora. En una palabra, el boulevard se ha degradado profundamente. No es que no sea bonito, rehecho, repavimentado, sino que le falta alma. Se respira cierta maldad clandestina en el aire, cierta imposición de ideales que, lastimeramente, no tienen condición humana, sino de manual de dominación práctica para someter a la gente. Nos hacen caminar como a los marineros, la tabla de ejecucíón del barco, para lanzarnos al mar de la felicidad comunista con las manos amarradas a la espalda.
Pero los milagros existen aunque este malhadado gobierno no quiera.
Tres muchachos de esos que se ponen aretes en las orejas, que se tatúan los brazos y visten unos ahuecados bluejeans, esos a quienes los viejos retardatarios acusan de mariquitas por su inesperada fashion, se detienen debajo de un árbol frondoso en la esquina de la General, sacan sus guitarras y un violín, suben el volumen a unos aparatos que cuelgan a su espalda, y se empujan a tocar lindas canciones venezolanas de aquellas que el gobierno odia porque no hablan de caerle a coñazos al imperio ni desafinan como las de Ali Primera que,muerto de nuevo mataíto, pobremente ahora es el poeta obligado de esta re(in)volución.
Los muchachos tocan burda de bien. En la mano izquierda de la guitarrista tenor, se advierte un delicado anillo de casada. Rasga la guitarra con seguridad y poesía. Tal vez cada billetico o moneda que cae en la hucha, sea unos gramos mas de leche para los triponcitos que la esperan en algún lugar; el de la guitarra acompañante, otro muchacho menor de treinta, con su copete de pájaro, firme a punta de gelatina y peine húmedo, baja la cabeza y bambolea el rostro, casi que besando las cuerdas que se dejan querer y son mas prístinas, mas fieles, mas tensas y precisas. Ataca un vals antiguo con amor, y el vals salta a los oidos de los transeuntes para invitarlos a escuchar. El violinista, flaco, también peinado a lo pajarraco, desliza el arco con suavidad y ternura, para, de pronto, afincarse en los graves con los ojos perdidos en las armonías, y los labios entreabiertos, húmedos, se nota que hablando al violín,le exige mas acordes, mas sonoridad.
No hubo nadie que se dejara de poner en la maleta de los instrumentos la moneda. Es que la poesía humana floreció, el canto de libertad y paz floreció, el alma libertaria floreció, y nos impregnó con aromas de vida, de esperanzas, de victoria cuotidiana.
Solo me quedó ir a tomarme un café, caminando con vigor hacia la mitad del día.
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