lunes, 26 de julio de 2010

El tipo de la calle.


Esta mañana la miseria que es el tipo de la esquina tampoco me impresionó. Me molestaba, sí, la mohinería de la señora que se apartaba con exagerado asco del pobre tipo que yacía babeado y con la mirada vacía en la dura acera de las siete de la mañana caraqueña. Ese tipo es joven. Un mulato que se extravió hace mucho de su gajo, de su familia, de su casa. Se le perdió el sensor y ahora anda de lo mas famélico pidiendo platita a la gente que, aunque parezca raro, siempre le da. Entonces el mulatón cuenta y recuenta las monedas y se compra su primera cerveza de la mañana. Debe de tomarse muchas pues, ya a esa hora luce bien mareado. Cuando lo veo trastabillar lo pienso en la escuela primaria...¿qué tal estudiante habrá sido? ¿Su maestra le habrá hablado con cariño "mira negrito que no has traido la tarea"; epa, muchachito deja la risa y no pellizques a la otra; no dejes que te peguen". Pienso en eso. Me imagino al negrín cuando bebé al que entonces su mamá le pellizcaba los cachetes para hacerlo reír. Lo lanzaba al aire para tomarlo tibiamente en las manos, y dejaba de hacer ruido cuando su negrito dormía la siesta luego del tetero.
Así también pienso en mi hijo Gabriel.
Mi hijo venía del liceo con esa sonrisota de dientes completos y blancos y gritaba desde lejos ¡papá! Entonces yo lo abrazaba con fuerza y le creía todo. Y pensaba de él como un ángel. Mi tremendo muchachote se bañaba en la lluvia y sentía frío. Tiritaba debajo del chorro cayendo de la canal, jugando...a sus trece años.
Mi niño también se ha extraviado de su casa.
Mi hijo que ha cumplido veintipico ya no es vigoroso. No es el niño que aferraba mis piernas cuando veníamos al parque a trepar árboles y le daba miedo; o el flaquito al que le compraba dulces de ciruelas que eran sus preferidos. Mi hijo es un yonquer. Un drogadicto que se fue de mis manos, y a mis manos no quiere volver. Lo remiro atentamente y me pregunto dónde se habrá extraviado mi muchachote de gran sonrisa.
Por eso ni el mulato ni todos los vikingos de la calle me causan asco. Ellos son los compañeros de juegos de mi hijo Gabriel, naúfrago en las constelaciones siderales de Caracas: las duras esquinas de la ciudad.

1 comentario:

  1. Lo veo demasaido casi todo los dias le dicen sucio se la pasa por las cercanias de los ruices! y no te deja morir, una vez nos canto las zona con los pacos y todo y sin pedirselo es una persona seriaa!!

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