Al fin Rifeados
Mi alma: ( j-29428727-1)
Al fin el dios de la justicia escuchó nuestras gimientes plegarias y nos concedió el RIF. Desde los tiempos de un horroroso procedimiento llamado Cédula de " gracias al sacar", que constituía en un un documento que reconocía como blanco a un tinto negro, mucho más que nuestro querido compadre, no se había hecho en Venezuela trámite tan angustioso como el de obtener un Rif. Si aquellos negrazos, bembones, oscuros, narizones, nalgudos, pasaban las mil y una arrecheras para ser aceptados como blancos en la sociedad colonial, es nada comparado con las angustias que soportamos los venezolanos actuales para que nos den el número de la horca desde la cual colgaremos el día en que el SENIAT se tome la molestia de visitarnos. Como usted bien sabe, soy egresado de una escuela de teatro, se dice que la mejor del país. Y de verdad también lo creo. Hoy día, he deseado la presencia de mi querido profesor de actuación para que viera hasta dónde su díscolo discípulo asimiló sus enseñanzas. ¡Qué Stanislavsky ni qué nada!...¡ Ramosnovsky debe llamarse desde hoy la técnica de actuación orgánica que inauguró el ruso Constantin, y que yo acabo de perfeccionar! De veras que me he convertido en alto maestro de la actuación, pues corrieron por mis mejillas sentidas lágrimas de dolor y decepción, al ver que el altísimo funcionario que me atendió, sin levantar la vista de sus importantes crucigramas, de esos salmos del saber que son el juego conocido como "sopa de letras"; sin inmutarse al buscar una palabra que signifique mierda en once letras, me devolvió junto con mis várices internas y cierto dolorcito de callos, al más lancinante limbo al decirme, con voz despectiva:
Esos números no están actualizados.
Mi desconcierto fue mínimo. Ya lo había planeado. Si me dice que no, le lloro, me prometí antes de llegar. Por eso me descompuse a nivel de expresión corporal, armé la máscara del dolor, y mi cuerpo entero se estremeció de tristeza, cuando le dije:
Hermano, ayúdeme, por favor.
Fue tan sentido el timbre dramático, tan sincero, que el funcionario ( forma de decir mierda en once palabras), se levantó conmovido de su silla, me miró de frente, sopesó las lágrimas de mis ojos, surgidas de los cincuentaytresaños que arrastro, y me extendió la palma de su mano, asegurando:
Que sea la primera y última vez, don, que se presente así. ¿ O es que usted no conoce los procedimientos?
Le respondí con sinceridad:
No.Pero le ruego, por favor, su merced, que me ayude y sepa disculpar mi torpeza.
Con esa frase mandé al carajo los mismos cincuenta y pico de rebeldía. Por primera vez en mi vida de desafíos, no aguanté ni un round. El Funcionario ( forma de decir detritus en once palabras), era un peso pesado de fuerte y fulminante pegada. Caí de rollito.
Está bien, pero no me llore- remató con lástima-.
¿Para qué narrarte mi desdicha? Yo, tu orgulloso marido. Conocido desde aquí hasta Suecia por ser un duro de la palabra; un rebelde con causa, y un invicto rompe-leyes, he sido derrotado.
Acepto mi fracaso, pero enarbolo con satisfacción el número que nos permitirá ganarnos el pan de nuestros chamos, a quien dios libre de tramitar un RIF en sus futuros e inocentes años de vida.
Te saludo:
Leoner, antiguo campeón de los welters nacionales.
P.D: he descubierto que la madre del funcionario es una dulce viejita que no se merece ciertas palabras que pensé decir acerca de ella. Lo reconozco. Ella confiesa que jamás pensó que su dulce muchachito caería tan bajo. Sin embargo, lo quiere. ¡ Qué grandes llegan a ser las madres!
No hay comentarios:
Publicar un comentario